domingo, 7 de agosto de 2011

El día que lloró Fornela

El día en que el caballo de don Lodario regresó sólo, sus vecinos del valle de Fornela se temieron lo peor. Poco después, el temor se convirtió en una terrible realidad. Su cuerpo apareció agujereado por las balas cerca de Anllarinos. Era el final de un hombre muy querido y el inicio de un mito. Era el día en que lloró Fornela.

Era el 24 de septiembre del año 1947. “Varios miembros de la Brigadilla de Servicios Especiales de Ponferrada asesinaron al médico titular del municipio leonés de Peranzanes”, recuerda Santiago Macías en su libro ‘El monte o la muerte’. Venía de un viaje en tren y se dirigía desde la estación de Páramo del Sil hacia Trascastro. Durante el camino, le sorprendió la emboscada. Tenía 31 años. Las balas acababan así la breve pero intensa vida de un hombre cuya recuerdo ha quedado grabado en la memoria colectiva de Fornela y su entorno, el doctor Lodario Gabela Yánez.

“Cuando lo encontraron el llanto fue casi general entre sus vecinos. Su muerte produjo una tremenda conmoción y una sensación de desamparo”. Son palabras del profesor Alejandro Álvarez López, fornelo de Trascastro. Desde hace tres años trabaja en un libro sobre de ‘don Lodario’, como todavía es recordado en su tierra. El respeto y la consideración por su figura no han desaparecido a pesar de que hace más de 65 años de su muerte, que lo convirtió en una víctima más de la represión.

“Fue un hombre que estuvo muy implicado en la vida de Fornela en múltiples aspectos”, recuerda Álvarez. Como médico, pero también como promotor de la educación. Todo ello fruto de sus ideas de progreso, influenciadas por la Institución Libre de Enseñanaza.

Fue un estudiante brillante, que pudo labrarse una carrera cómoda y de prestigio. Pero eligió regresar a sus raíces y ejercer como médico en Peranzanes. Y lo hizo en una época marcada por la Guerra Civil. Fiel a sus ideas republicanas, formó parte de la columna que salió de Fornela para reforzar la defensa del Gobierno legal en Asturias. Después de varias visicitudes, tras la contienda completó su formación y regresó al valle de Fornela, muy castigado por la represión.

“Era un médico muy entregado y como médico no distinguía de bandos, aunque estaba claramente posicionado con uno de ellos”, explica Álvarez. “Sí distinguía sin embargo entre ricos y pobres, porque se entregaba con los más necesitados”, añade.

Fiel a su compromiso ético con la medicina, no hacía diferencias ideológicas entre los enfermos. Eso le llevó a atender a personas de ideas radicalmente distintas a las suyas, pero también a los supervivientes del bando republicano que tras la derrota se refugiaron en los montes de la zona. Como Serafín Fernández Ramón, el ‘Santeiro’, uno de los nombres míticos de la resistencia. ‘Santeiro’ padecía una enfermedad pulmonar y don Lodario le atendió con frecuencia.

Pero su compromiso con Fornela iba más allá de la medicina. Alejandro Álvarez recuerda que “también se implicó de lleno en la educación”. Así, se encargó personalmente de impulsar las escuelas de Guímara, Chano, Trascastro y Cariseda. Defendió un modelo educativo que, en contra de las ideas dominantes de la época, fomentaba la formación de niños y niñas en igualdad. Y se implicó también para fomentar hábitos de higiene o para promover fábricas de luz.

“Era un hombre bien valorado por personas de ambos bandos, aunque también tuvo algunos conflictos, porque tenía un claro compromiso”, señala el profesor Álvarez. Recalca que “se comprometía en general con el pueblo, con el bien, con el progreso, con la educación, con la sanidad”.

Su relación con los ‘fugados’ tiene que ver con su compromiso médico y con su compromiso político. Él fue testigo de los dramáticos efectos de la represión en Fornela. Y tenía relación personal desde antes de la guerra con algunos de los hombres que acabaron en el monte.

Tal y como recuerda Santiago Macías en su libro, el doctor Gabela “era el encargado de visitar una especie de sanatorio clandestino instalado en la aldea de Prado de Paradiña”. Y atendió a ‘Santeiro’ de la enferemedad pulmonar que padecía incluso en su propia casa. Esa relación con los huidos, conocida aunque no hay constancia de que ninguno de ellos lo delatara, tuvo que ver con su asesinato, pero no fue el único motivo. “Lo mataron porque colaboraba con los del monte, pero sobre todo porque ejercía liderazgo entre la gente de los pueblos”, sostiene Alejandro Álvarez. Don Lodario “nunca se dejó atemorizar. La estrategia de terror que intentaron establecer en Fornela nunca consiguió dominarlo. Consiguió mantener su libertad a pesar de los intentos por aterrorizarlo”.

Y Álvarez apunta una tercera clave del asesinato del médico de Fornela. “Santeiro’ llevaba ya diez años en el monte, era una pieza codiciada y pensaron que matar a don Lodario ayudaría a capturarlo, porque ya no tendría quien lo cure”.

Todos esos factores desembocaron en el día en que lloró Fornela, el 24 de diciembre de 1947. “Estoy convencido de que don Lodario sabía que corría un verdadero riesgo”, manifiesta Álvarez, “y se vio en la tesitura de renunciar a ser lo que era, de dejarse atemorizar, de abandonar o de seguir siendo lo que era. Tomó precauciones, pero no renunció a ser lo que era y a actuar como él creía que debía hacerlo. Eera consciente de que corría peligro, pero por hacer el bien. En esa tesitura, el siguió siendo don Lodario”.

Y por seguir siendo don Lodario, el hombre fiel a sus ideas y a su tierra, acabó cayendo en la emboscada de Anllarinos. Aún hay muchos que tienen memoria del día en que don Lodario fue asesinado. “Todos recuerdan una sensación entre la desazón, la angustia y el desamparo. Que lo mataran supuso una conmoción en todo el valle. El llanto casi general de la gente se repitió en casi todos los pueblos de la zona”. Más allá de los límites de Fornela, porque el doctor era muy conocido en todo el entorno. Poco más de dos meses después murió el ‘Santeiro’ en circunstancias nunca bien aclaradas tras un tiroteo en Fontoria. Su cuerpo apareció días después en Fresnedelo.

Alejandro Álvarez espera publicar en unos meses su libro sobre don Lodario. “Es un personaje de una hondura y una dimensión de héroe novelesco”, subraya. Y es una figura que, a pesar del paso de los años, permanece firme en el recuerdo de Fornela.

Fuente e imagen: La Crónica de León

2 comentarios:

  1. No sabia de esta interesante historia, eso que mis abuelos paternos , Laureano Gurdiel y orfelina,eran de trascastro. Gracias profesor Alejandro por escribir este libro. Un saludo de tu ex alumna canguesa. Por cierto si necesitas fotos antiguas de trascastro ( Fornela), yo tengo un montón.

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  2. por fabor cuega algunas en yosoyfornelo

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