Desde ayer no come. Se niega a volver a su casa. Permanece encerrado en su academia de la avenida de España en Ponferrada, donde ha pedido que le traigan un sofá. Y amenaza con seguir allí, en el local que también hace las veces de sede de su partido, sin probar bocado, hasta que el Gobierno de España y la Junta de Castilla y León le garanticen que el Bierzo tendrá tren de alta velocidad, autovía entre Ponferrada y La Espina, delegaciones de cada uno de los ministerios, una universidad en condiciones, quinientas camas más en el Hospital del Bierzo, un juzgado de lo contencioso y una sala de la Audiencia Provincial.
Tarsicio Carballo está otra vez en huelga de hambre, como en 1992, cuando reclamó un plan de inversiones para el Bierzo, y está vez, dice, está dispuesto a morir. Si fallece, los culpables serán el presidente del Gobierno y el de Castilla y León por haber hecho oídos sordos a años de reivindicaciones del Partido Regionalista del Bierzo. «Si ellos quieren que muera, ellos van a ser los responsables», dijo de Zapatero y Herrera.
En 1992, Carballo estuvo trece días encerrado en el Ayuntamiento de Ponferrada, siete de ellos,-”entre el 26 de enero y el 3 de febrero-” sin comer. A los siete días, anunció que abandonaba la huelga y el encierro porque consideraba que había cumplido su objetivo sensibilizando a los bercianos sobre la falta de atención de las administraciones. Dieciocho años después, los motivos de la nueva huelga de hambre vuelven a ser los mismos. «Esta vez no va a ser como en 1992, no me voy a marchar a los ocho días», advirtió.
Carballo recibió a los periodistas -”a los que fotografió al comienzo de la rueda de prensa-” enojado, encendido, enfadado, indignado, profundamente enrabietado y emocionado hasta rozar el llanto. Reiteradamente se acordó «los cuatro traidores que desarmaron mi partido», dijo en alusión a su salida, la década pasada, del Partido del Bierzo que fundó en 1979. Haciendo aspavientos con las manos y elevando la voz, Carballo -”cuya academia está a dos pasos del lugar donde cuatro mineros llevan una semana en huelga de hambre para reclamar sus nóminas-” cargó contra la «pandilla de politiquillos y caciques» del PP y el PSOE que, dijo, han hundido al Bierzo. Y entre lágrimas, contó que su mujer había abandonado la reunión de la directiva del PRB en desacuerdo con su decisión. «No queda más remedio que el sacrificio personal», sentenció. Y se despidió de los periodistas con un apretón de manos.
Tarsicio Carballo está otra vez en huelga de hambre, como en 1992, cuando reclamó un plan de inversiones para el Bierzo, y está vez, dice, está dispuesto a morir. Si fallece, los culpables serán el presidente del Gobierno y el de Castilla y León por haber hecho oídos sordos a años de reivindicaciones del Partido Regionalista del Bierzo. «Si ellos quieren que muera, ellos van a ser los responsables», dijo de Zapatero y Herrera.
En 1992, Carballo estuvo trece días encerrado en el Ayuntamiento de Ponferrada, siete de ellos,-”entre el 26 de enero y el 3 de febrero-” sin comer. A los siete días, anunció que abandonaba la huelga y el encierro porque consideraba que había cumplido su objetivo sensibilizando a los bercianos sobre la falta de atención de las administraciones. Dieciocho años después, los motivos de la nueva huelga de hambre vuelven a ser los mismos. «Esta vez no va a ser como en 1992, no me voy a marchar a los ocho días», advirtió.
Carballo recibió a los periodistas -”a los que fotografió al comienzo de la rueda de prensa-” enojado, encendido, enfadado, indignado, profundamente enrabietado y emocionado hasta rozar el llanto. Reiteradamente se acordó «los cuatro traidores que desarmaron mi partido», dijo en alusión a su salida, la década pasada, del Partido del Bierzo que fundó en 1979. Haciendo aspavientos con las manos y elevando la voz, Carballo -”cuya academia está a dos pasos del lugar donde cuatro mineros llevan una semana en huelga de hambre para reclamar sus nóminas-” cargó contra la «pandilla de politiquillos y caciques» del PP y el PSOE que, dijo, han hundido al Bierzo. Y entre lágrimas, contó que su mujer había abandonado la reunión de la directiva del PRB en desacuerdo con su decisión. «No queda más remedio que el sacrificio personal», sentenció. Y se despidió de los periodistas con un apretón de manos.
Fuente: Diario de León
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